No sabré jamás lo que me ha sido vedado.
No bastarán las borracheras, ni los tacones estrellados contra el pavimento.
No he sido lo suficientemente valiente como para ser una mojigata.
He soltado mi lengua donde ningún bisturí se atrevería. He disfrutado la letanía, con la que mis enamorados se hundían en el rencor.
Y ahora intentan descalificarme por uno, o dos millones.
Necios.
La solidaridad ha sido la excusa. Llevo gemas de espanto incrustadas en los pómulos.
Soy la lepra, la mano desmembrada. Un tropel de sangre con cinturas de avispa.
He sembrado rosas por atraer culebras.