Debería intercalar con mi relato sucesos livianos.
Desperdigar crutones entre episodios de alpinismo y primicias mundiales.
Anécdotas, donde el lector pueda equilibrar su paladar. Morder, y que no resulte siempre una alhaja.
¿Pero tendré yo la culpa de portar una vida demasiada condimentada?
Aún en las más insignificantes rutinas, me recubre una pátina de caramelo.
Tomar un baño, es espolvorear a millones de voayeurs con la cocaína de la fama.
Pues nada.
Me resisto a fragilizar mi obituario.
Deberán asumir el riesgo de que al terminar la novela, algunas caries visitarán vuestra alcoba.
Y esa inflamación llevará mis iniciales.
Es imposible apagar el fuego de mis brillantes.
He sido rodeada sistemáticamente por la espectacularidad.
Bombardea de aplausos, no podría jamás escapar a Elizabeth Taylor.